Yo la conocí una vez por casualidad. No pensaba entrar, pero la calentura de un día sábado de tarde pudo más. La mina fue la primera de unas cinco por ahí que desfilaron y, sinceramente, desde que la vi ya no pude concentrarme en el resto del desfile.
Me la comí como si fuera mi pendeja. Delicadita, chulinita, tiernita. Encima después del traqueteo, nos quedamos abrazados mimándonos y ahí me contó parte de su historial.
Hace poco me enteré que ya no está. Que pena, porque era hermosa. Aunque, al decir verdad, por la conversa que le metimos aquella vez, se presentía que no iba a estar mucho tiempo por ahí. Gran pérdida, pero quedará en el recuerdo tan grata cogida.